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Symbolic violence is used as a power to constitute what is given by enunciation, to make see and to make believe, to confirm or to transform the vision of the world, therefore this almost "magical" power that allows to obtain the equivalent of what Is obtained by force (physical or economic), thanks to the specific effect of mobilization, which is not exercised but is recognized. This means that this power does not reside in "symbolic systems", but is defined in and by a determinate relationship between those who exercise power and those who suffer them, that is, in the very structure of the field where it is produced and Reproduces the belief. What makes the power of words and words of order, power to maintain order or to subvert it, is the belief in the legitimacy of words and of those who pronounce them. Symbolic violence derives from subordinate power, is a transformed, unrecognizable, transfigured and legitimized form of violence that produces real effects without apparent energy expenditure. The visualization of these violence is of the utmost importance since any person can be able to exercise the power or to be doubled to him and even to empower another person to exercise or allow without being aware of it. Symbolic violence against women is constructed from all walks of life, through the transmission of messages, icons or signs that transmit and reproduce relations of domination, inequality and discrimination that naturalize or justify subordination and violence against women in society.

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La violencia simbólica se utiliza como poder de constituir lo dado por la enunciación, de hacer ver y de hacer creer, de confirmar o de transformar la visión del mundo, por lo tanto este poder casi “mágico” que permite obtener el equivalente de lo que es obtenido por la fuerza (física o económica), gracias al efecto específico de movilización, que no se ejerce sino que es reconocido. Esto significa que este poder no reside en los “sistemas simbólicos”, sino que se define en y por una relación determinada entre los que ejercen el poder y los que los sufren, es decir, en la estructura misma del campo donde se produce y se reproduce la creencia. Lo que hace el poder de las palabras y las palabras de orden, poder de mantener el orden o de subvertirlo, es la creencia en la legitimidad de las palabras y de quien las pronuncia. La violencia simbólica deriva del poder subordinado, es una forma transformada, irreconocible, transfigurada y legitimada generan violencias que producen efectos reales sin gasto aparente de energía. La visualización de estas violencias es de suma importancia ya que cualquier persona puede ser capaz de ejercer el poder o de verse doblegada a el e incluso potenciar que otra persona lo ejerza o permita sin ser consciente de ello. La violencia simbólica contra las mujeres se construye desde todos los ámbitos, mediante la emisión de mensajes, iconos o signos que transmiten y reproducen relaciones de dominación, desigualdad y discriminación que naturalizan o justifican la subordinación y la violencia contra las mujeres en la sociedad.  

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